Digan lo que digan, y publiquen lo que publiquen, yo lo
tengo bien claro. El 29M ha sido todo un éxito para la clase trabajadora. No he
perdido ni medio minuto con la batalla de cifras, me dan absolutamente igual.
Todos tenemos nuestros propios termómetros, de sensaciones y comparaciones, y
en esta oportunidad todo me ha hecho indicar que el 29M la sociedad,
mayoritariamente, ha dicho no a la agresiva reforma laboral y a las políticas
de recortes del gobierno de Rajoy.
Y mira que lo habían puesto difícil, porque hacer una huelga
contra esta reforma laboral del miedo, con el riesgo implícito de despido que
de por sí conlleva, no es nada fácil. Pero, aún así, he visto como mucha gente que
en la anterior convocatoria no había secundado la huelga, o que estaba con
serias dudas de apoyar la actual, finalmente se ha plantado atreviéndose a dar
el paso. También he visto como otra gente que acudía a trabajar buscaba la
comprensión del compañero o del piquete que le informaba, comentando que,
aunque estaba totalmente a favor de la huelga, su situación personal,
coaccionada y amenazada, no le permitía colaborar con la causa, mostrando
vergüenza por su actitud condicionada. Luego vi al esquirol de siempre, al de
toda la vida, como esta vez acudía al trabajo con la cabeza más agachada que
nunca, a sabiendas de que no le quedaban excusas por ofrecer, más allá de su
servilismo y su sumisión incondicional. Y finalmente observé al convencido de
que está reforma es obligatoria como estaba demasiado molesto por la situación,
lanzando las calumnias y falsedades habituales, que no hacen otra cosa sino
legitimar aún más la necesidad de la huelga.
Aunque lo que de verdad me ha hecho notar el verdadero éxito
de la convocatoria han sido las manifestaciones posteriores. Multitudinarias
por lo que he visto en televisión y, sobre todo, en directo. Satisfecho por los
que acudieron, personas de toda clase y condición, e ilusionado porque este
hecho me hace creer que serán muchos más los que se irán uniendo a la protesta,
en el caso de que el gobierno no ceda en su pretensión por agredir
continuamente al ciudadano. Los recortes en los presupuestos de los
ministerios, y la amnistía fiscal a quien ha estado robando durante años, son
sólo dos ejemplos más de la incesable humillación.
Sin embargo hay motivos para la esperanza. Corresponde ahora
a los sindicatos, a los movimientos y plataformas ciudadanas, y a las
organizaciones sociales de todo tipo, la labor de insistir en la concienciación
y en la movilización. De esta manera, durante la primavera, es más que probable
que, al igual que sucedió el año pasado, vuelva a salir el SOL. Sólo que esta
vez será para quedarse definitivamente...
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