Cuentan las crónicas que Finlandia, ese frío país nórdico
donde jamás Messi y Cristiano jugarán un partido como locales o donde José
Tomás jamás saldrá por la puerta grande, ha aprobado recientemente una reforma
laboral. Alarma, miedo en el cuerpo. Finlandia, al igual que España, es miembro
de la unión europea y también adoptó el euro como divisa. Finlandia, al igual
que España, está presidida por un gobierno conservador de reciente formación,
cuyo Primer Ministro es Jyrki Katainen, el mismo al que Rajoy confesó que su
reforma laboral le costaría una huelga.
Con estos antecedentes lo lógico sería pensar que la Merkel
y el Sarkozy han impuesto al gobierno finlandés, como han hecho con España, un
recorte brutal de los derechos laborales como única salida para generar
confianza en los mercados. Pero la sorpresa es que no, que ha sucedido todo lo
contrario.
Finlandia, pasando olímpicamente de las premisas europeístas
y apostando por su mercado interior, ha promulgado una reforma laboral basada
en la protección de los trabajadores y los desempleados. Fruto de un acuerdo
tripartito entre sindicatos, patronal y gobierno, esta reforma, básicamente, potencia
los derechos de los trabajadores temporales para equipararlos a los
indefinidos, aumenta las prestaciones de los desempleados, e incluye un aumento
salarial y un aumento en las cotizaciones sociales de empresas y trabajadores a
cambio de reducciones fiscales. Todo ello con el objetivo de dinamizar el
consumo interno e impedir que éste se estanque.
Puede ser una osadía comparar España con Finlandia, y es
cierto que el despido en Finlandia no conlleva indemnización. Pero igual de
cierto es que la empresa que despide sin causas socialmente objetivas tiene los
días contados, y además existen políticas activas de empleo, en España han
sufrido un recorte del más del 20% en los presupuestos generales, que
garantizan un nuevo empleo similar al anterior en poco tiempo.
Aunque más allá de datos económicos la diferencia es mental.
El retraso social de 40 años de dictadura aún nos pesa como una losa. Y
mientras aquí se construyó una desastrosa economía sobre un ladrillo para
especular, en Finlandia se invertía en investigación, ciencia y tecnología,
materias que también han sufrido un serio recorte en los recientes presupuestos
españoles, y en la creación de un Estado de bienestar de todos y para todos.
Me preocupa la imagen que se llevó de España el Primer
Ministro finlandés tras la conversación con Rajoy, de un ridículo espantoso.
Pero más me preocupa que haya tanta gente en España que haga caso del discurso
que dice que no existen otras alternativas. ¿De verdad tú te crees que no
existen otras alternativas?
Creo que las únicas alternativas que nos quedan son las urnas y para eso tienen que pasar cuatro años.
ResponderEliminarMuy buenos los artículos, enhorabuena.
Estimado Jorge, Finlandia es un país muy serio y por desgracia nuestra España es un país bananero con políticos corruptos. Saludos y felicidades por tu excelente blog
ResponderEliminarEfectivamente: España es un país bananero. O sea, que África empieza en los Pirineos. Pero ¿qué se puede hacer?. Finlandia es un ejemplo, sin duda. Lo que no podemos hacer es esperar cuatro años. Nos llevan a la ruina.
Eliminar